Minicuento - ¿Cómo me siento...?

Me siento como en una montaña rusa, subiendo y bajando con el pasar del viento. Me siento en ocasiones en el puesto del conducto, en otras ocasiones me pasan a la parte trasera a calmar a quien se suba por primera vez. El día de hoy, me siento en el medio del vehículo.

Me siento excitado por momentos, al subir las escaleras, con ganas de disfrutar el viaje. Me imagino en la cima del mundo, teniendo un suave y sereno,, al lado de mi novia.

Saludo a los demás antes de montarme, me abrocho el cinto, y empieza el trayecto. Poco a poco, el carrito va acelerando, con el pasar del tiempo. Me asalta un pecho apretado, y un mareo. "¿Y si se sale una rueda? ¿Y si alguien vomita sobre mí? ¿Y si se rompe el cinturón que me sostiene? ¿Y si se me cae la ropa?" Muchas dudas vienen a nublar mi mente. Al final, simplemente, llega un momento en que dejo de pensar. 

El carrito se dirige hacia la superficie del agua. *Splash!* El sonido acompaña los gritos de emoción de los pasajeros. (No llegó a hundirse completamente, por cierto). Avanzamos por una curva inclinada, y yo todavía me pregunto cómo es que hay gente que grita, o llora, mientras yo me mantengo impasible. 

Siento furia, me dan ganas de frenar al conductor. Siento dolor, porque pienso que no tengo el control de la situación, para que se pueda sentir más suave y amigable para mi cuerpecito. Empiezo a añorar los tiempos cuando estaba en un brinca-brinca, o en un laberinto. Ahí por lo menos sí tenía el control de la situación, y podría moverme a la velocidad que quiera.

Damos varias vueltas más por los aros. Siento que la vida se voltea hacia mí de cabeza. Me siento como un puercoespín rodando a la velocidad del sonido. Luego se me vino a la mente. "No soy ningún puercoespín, ¿cómo es que nuestros ingenieros lograron hacer esto...?"

Al final. Volvemos a una cuesta empinada. Al punto que yo siempre había estado esperando. De repente, vuelvo en mí. Logro admirar el parque desde la cima, algunos sacando sus fotografías para el momento, y a otra doña le pega, gritando: "Estúpido, ¡esa cámara me costó mil dólares! ¡Guarda eso!" 

Revuelvo la mirada alrededor de quienes me acompañan. Mi novia me dice que también se asustó, y que está muy feliz de acompañarme. Yo estaba muy callado todo el recorrido (bueno, excepto un par de gritos aquí y allá, pero creo que nadie los escuchó). Me asombraba su fuerza, ella estaba sonriente, con esos ojos que sueltan chispas. Le recordé que cuando éramos niños nos gustaba montarlas sin problema, y que hasta hacíamos caras para hacer reír a nuestros amigos. 

Siento que es hora de volver a despertar ese niño. ¡Es hora de invocar ese bebé! Suena raro...no llevarías a un bebecito a una montaña rusa, ¿cierto? Pero sí, muchos padres suelen llevarlo a uno cuando crece lo suficiente para llevarlo a la feria...lastimosamente...no todos tienen el valor de inspirar cosas valientes así...

Siento que así es la vida...nos toca crecer, y pues en medio de este ajetreo, algunos nunca dejan las ganas de subirse a la montaña rusa, y otros nunca quieren montarse a una...a sentir la emoción...a descubrir lo que hay al final del camino.

Lástima que no tenemos otra opción...bueno, al menos ya me estoy preparando para mi próxima subida.


Portada de: Imagen de storyset en Freepik

***"Los sucesos y personajes retratados en este cuento son completamente ficticios. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, o con hechos reales es pura coincidencia".

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